El proyecto de la artista Liz Kueneke "El Tejido Urbano" es una intervención pública en la que la gente participa marcando lugares significativos en un mapa de su ciudad bordado a mano. Los participantes marcan tanto lugares positivos como negativos cosiendo símbolos con hilo. Por ejemplo, “¿Dónde está el corazon de la ciudad?”. O “¿Dónde hay un lugar positivo para la comunidad?”. O “¿Dónde hay un lugar peligroso?”. También pueden bordar imágenes personales y palabras en los bordes del mapa.
Este proyecto se ha realizado en Barcelona (España), Fez (Marruecos), Quito (Ecuador), Bangalore (India), Nueva York y Los Angeles (EEUU). Ahora el artista esta dedicando un año a realizar profundamente el proyecto en la isla de Ibiza.
Esta obra esta reseñada en tres nuevos libros: Hoopla: The Art of Unexpected Embroidery, City as Lab, and Mapping Different Geographies y en varios artículos.
En 2009 y 2010 se llevaron a cabo otros proyectos similares: “Locating Ourselves in Los Angeles”, en el que se utilizaron tres mapas sobre bastidores en Los Ángeles; "What Shape is Bushwick?", realizado en colaboración con Adriana Young, en Brooklyn; y un proyecto similar en Riobamba, Ecuador.
El Tejido Urbano en Facebook: http://www.facebook.com/pages/The-Urban-Fabric/172392776120653
www.diariodeibiza.es
Domingo 18 de marzo de 2012
Arte
El Mapa que no orienta
La artista Liz Kueneke está
creando un mapa emocional de Ibiza con su proyecto ´El tejido urbano´
Liz Kueneke está desarrollando en
Ibiza parte de su proyecto ´El tejido urbano´, que consiste en la elaboración de un mapa emocional de la isla en el que los voluntarios cosen con
hilos de colores sobre los lugares en los que les sucedió algo importante. Hoy
vuelve a montarlo en Sant Josep en busca de nuevos ´tejedores´.
TANIT PARADA TUR | IBIZA Cuando Liz Kueneke formuló la pregunta «¿dónde has
nacido?» a un treintañero de Ibiza, lo último que esperaba escuchar era esto:
«En el campo». La respuesta no le debería haber sorprendido tanto, puesto que
el chico se autodenominaba hippisenc (neologismo combinación de hippie y
eivissenc). Lo más curioso es que aquella anomalía se dio en varias ocasiones.
«El hippisenc me explicó que sabía qué comadrona había ayudado a nacer en casa
a todos sus amigos», rememora. Kueneke (Chicago, 1976) ha escuchado muchas
historias desde que trajo a Ibiza su proyecto artístico, ´El Tejido Urbano´,
después de haber pasado por ciudades como Bangalore, Quito o Nueva York.
Instalada en Ibiza desde hace dos años, esta estadounidense que dice no
considerar su casa ningún lugar, inició la confección de un particular mapa
isleño el verano pasado como parte de un festival de arte.
Ahora espera atraer a cerca de setecientas personas a participar en la conclusión del mapa, que empezó siendo un relieve de la isla cosido sobre una gran sábana blanca. Ese primer paso le supuso unas cien horas de trabajo «muy meditativas». El proyecto consiste en responder a una serie de preguntas sobre la isla cosiendo con hilos de colores cada respuesta. Por ejemplo, un lugar donde sucedió algo importante en la vida del voluntario. Luego, Kueneke enhebra el hilo a la aguja (cada pregunta va asociada a un color y dependiendo de si se trata de un residente o un turista hará un círculo o una cruz) y se la entrega al participante. «Cada vez que saco el mapa, enseño a alguien a coser», afirma rotunda.
En Ibiza, la pregunta más popular es «¿Qué lugar consideras más especial o mágico?». A juzgar por la cantidad de crucecitas y círculos que se amontonan en un pequeño punto al oeste de la isla, es Vedrà continúa sin rival como enclave místico. Cuando la respuesta es particularmente interesante, a Kueneke le gusta entrevistar al sujeto en vídeo. También toma nota de las respuestas de forma anónima.
En el mapa de Ibiza, los puntos de colores están distribuidos fuera de los núcleos urbanos. Así, la mayor parte de las respuestas se ubican en el campo. «Esto muestra que la ciudad no es un lugar importante para los ibicencos. Me da la impresión de que les gusta salir de su pueblo o su ciudad en cuanto pueden y la naturaleza forma parte de su rutina». Hay muchos lugares «secretos» marcados en la inmensidad de la sábana. «Los marcan «porque saben que nunca los encontrarán, pero en mi cerebro tengo toda la información guardada», comenta Kueneke entre risas. De momento no hay nada destacable ocurrido en una discoteca, solamente se marcó una porque el participante trabajaba en ella.
También bares, tiendas o restaurantes parecen estar al margen de las experiencias más destacables de cada individuo.
Superar los propios miedos
Según la artista, salir a la calle y montar el tenderete puede resultar una experiencia muy reveladora, una mezcla de arte e informe urbanístico. «Me gusta salir allá fuera», cuenta Kueneke que empezó con el Tejido Urbano en Barcelona en 2008. Por entonces simplemente cogió la sábana y la llevó a la plaza bajo su casa. «Es una manera de superar mis propios miedos. Es fascinante conocer a toda la gente con la que me he topado. Es enriquecedor escuchar sus historias, la gente suele ser muy honesta». El procedimiento es siempre el mismo: saca el tenderete y espera a que alguien se le acerque, curioso. Ese primer encuentro es «un poco intimidante al principio». Luego explica al voluntario que se trata de una manera de compartir su visión sobre el lugar en el que vive, utilizando hilo y aguja.
«Este es un proyecto de vida que me recuerda que la gente tiene el mismo tipo de sueños y de deseos sin importar donde viva», cuenta sobre la experiencia.
Liz Kueneke reside ahora en Ibiza después de haberse movido por ciudades de varios continentes. Desde Los Ángeles hasta Quito, pasando por Barcelona. Aunque reside aquí, viaja continuamente, sobre todo a la capital catalana, donde tiene su estudio. Nada más terminar la entrevista, ha de ir al aeropuerto para coger un vuelo que la llevará a Washington. Antes de subir a su coche murmura: «Tengo que ir a despedirme del cordero» y se acerca a su mascota para decirle adiós. En su casa de Ibiza guarda solo el mapa de la isla porque dice, el clima es demasiado húmedo y las telas se estropean.
La elección de un lugar u otro es una opción fundamentada puramente en la experiencia de cada individuo. «Muchos participantes marcan un lugar donde pasó algo importante, allá donde se enamoró, o donde dio un primer beso… cosas así», resume Kueneke. La suma de estas expresiones concluirá eventualmente en un mapa que reflejará una tendencia, una visión colectiva, en definitiva la relación de las personas con el lugar en el que viven. «Me gusta creer que el mapa es una herramienta, además de tener un lado poético. Es un retrato de la isla y lo que la gente piensa de ella, así como de qué manera la gente usa ciertos lugares o lo que debería cambiarse.»
Cuando puso en marcha el proyecto por primera vez la gente marcaba sus respuestas con una pegatina, pero Kueneke llegó a la conclusión de que «lo hacían y se iban». «Yo quería que hablaran de ese lugar. Pensé que si tenían que coser sus respuestas, se pasarían más tiempo y se convertiría casi en un grupo de costura como antaño, cuando las mujeres se reunían para charlar. Y eso pasa, la gente habla y discute sobre los distintos enclaves, hay debates como «¿hacia qué dirección va Ibiza?». La obra de Kueneke aspira pues a provocar la reflexión: un mismo sitio puede evocar sentimientos muy distintos.
«Muchos son los que sienten un fuerte rechazo hacia zonas muy turísticas como Platja d´en Bossa o Sant Antoni…, pero quizás alguien se ha enamorado en Platja d´en Bossa! Solo porque un sitio sea considerado como feo no significa necesariamente que todos lo vean de ese modo.
Hay gente que lleva toda su vida viviendo ahí y les encanta. Me gustaría que la gente viera estos sitios con una perspectiva diferente después de ver lo que otros piensan de ellos». Kueneke explica que hasta el momento, los participantes se han centrado en responder las cuestiones positivas, dejando de lado las preguntas tipo «¿qué lugar se debería cambiar?».
En este sentido, la artista se topó una vez con una mujer mayor que había vivido durante toda su vida en la misma casa, cercana a la iglesia de Sant Antoni. Le dijo que vivía ahí incluso desde antes de que Sant Antoni se convirtiera en el pueblo que es hoy, cuando todo lo que tenía a su alrededor no eran más que un puñado de sabinas. «¡Y después se construyeron todos estos desastres!», dijo la mujer señalando a los hoteles de su alrededor en el pueblo. Kueneke reflexiona: «Estoy bastante contenta de haber descubierto la isla en un momento en que aún conserva su belleza… me alegra no haber experimentado lo que esta mujer relataba, creo que algo así te partiría el corazón».
Un millar de ´tejedores´
De momento han participado unas 350 personas, aunque Kueneke espera lograr la cifra de un millar de ´tejedores´ antes de que se cumpla el año desde que inició el proyecto, en agosto. Entre los que han marcado algún lugar se encuentran familias con niños, ancianos, turistas, jóvenes, religiosos y políticos. Hombres y mujeres a partes iguales. Entre todos ellos, Kueneke ha escuchado «muchas historias de hippies». Por ejemplo, «muchos marcan que han vivido en cuevas», asegura. «En varias ocasiones me dijeron aquello de ´viví en una cueva durante tres meses y me cambió la vida´», comenta sorprendida.
Una de las historias que más gustaron a la creadora del Tejido Urbano fue lo que ocurrió durante una de esas ocasiones que sacó su mapa, una mañana durante las fiestas de Sant Mateu. Los participantes locales parecía que sentían una especial antipatía por Santa Agnès.
«Marcaban cosas muy buenas sobre Sant Mateu y cosas negativas sobre Santa Agnès. Y lo hacían bromeando y riendo pero podías ver que había cierta rivalidad entre los dos pueblos». Intrigada, preguntó a un amigo sobre el fenómeno y este le indicó que quizás se debía a la parte de verdad de una leyenda, recogida por el historiador Joan Marí Cardona. Al parecer, las iglesias de Sant Mateu y Santa Agnès se hicieron a toda prisa porque ambos pueblos querían acabar su templo el primero. La razón es que el obispo les prometió una imagen a los que terminaran antes. Los de Santa Agnès tuvieron la mala suerte de que la iglesia se desplomó antes de terminarla. A pesar del contratiempo, los coroners no desistieron, de manera que lograron terminarla incluso antes que la de Sant Mateu quienes, pensando que ya habían ganado, se confiaron. Por este motivo, la iglesia de Santa Agnès es la más baja de toda la isla.
Curiosamente cuando Kueneke estuvo en Santa Agnès recientemente, ocurrió lo mismo: los coroners estaban muy orgullosos de Santa Agnès. Quizás no tanto de Sant Mateu.
Mientras que en Marruecos la quisieron detener por error, creyendo que era una espía dela CIA ,
en Barcelona estaban seguros de que el proyecto artístico era una tapadera para
recabar información inmobiliaria privilegiada. Pero lo cierto es que el único
lugar donde un policía local le instó a sacar su mapa del espacio público por
no contar con los permisos necesarios fue en las calles de Dalt Vila. Cuando ya
lo estaba desmontando, el agente volvió a acercarse emocionado. «Vino a decirme
que había leído en Internet sobre mi proyecto y que le había entusiasmado y que
me ayudaría en todo lo necesario», recuerda Kueneke. «Aun así, tuve que recoger
el mapa», dice con una sonrisa.
Lo volverá a montar hoy en Sant Josep a la espera de conocer más historias, reflejo de la relación única entre un individuo y su entorno.
Ahora espera atraer a cerca de setecientas personas a participar en la conclusión del mapa, que empezó siendo un relieve de la isla cosido sobre una gran sábana blanca. Ese primer paso le supuso unas cien horas de trabajo «muy meditativas». El proyecto consiste en responder a una serie de preguntas sobre la isla cosiendo con hilos de colores cada respuesta. Por ejemplo, un lugar donde sucedió algo importante en la vida del voluntario. Luego, Kueneke enhebra el hilo a la aguja (cada pregunta va asociada a un color y dependiendo de si se trata de un residente o un turista hará un círculo o una cruz) y se la entrega al participante. «Cada vez que saco el mapa, enseño a alguien a coser», afirma rotunda.
En Ibiza, la pregunta más popular es «¿Qué lugar consideras más especial o mágico?». A juzgar por la cantidad de crucecitas y círculos que se amontonan en un pequeño punto al oeste de la isla, es Vedrà continúa sin rival como enclave místico. Cuando la respuesta es particularmente interesante, a Kueneke le gusta entrevistar al sujeto en vídeo. También toma nota de las respuestas de forma anónima.
En el mapa de Ibiza, los puntos de colores están distribuidos fuera de los núcleos urbanos. Así, la mayor parte de las respuestas se ubican en el campo. «Esto muestra que la ciudad no es un lugar importante para los ibicencos. Me da la impresión de que les gusta salir de su pueblo o su ciudad en cuanto pueden y la naturaleza forma parte de su rutina». Hay muchos lugares «secretos» marcados en la inmensidad de la sábana. «Los marcan «porque saben que nunca los encontrarán, pero en mi cerebro tengo toda la información guardada», comenta Kueneke entre risas. De momento no hay nada destacable ocurrido en una discoteca, solamente se marcó una porque el participante trabajaba en ella.
También bares, tiendas o restaurantes parecen estar al margen de las experiencias más destacables de cada individuo.
Superar los propios miedos
Según la artista, salir a la calle y montar el tenderete puede resultar una experiencia muy reveladora, una mezcla de arte e informe urbanístico. «Me gusta salir allá fuera», cuenta Kueneke que empezó con el Tejido Urbano en Barcelona en 2008. Por entonces simplemente cogió la sábana y la llevó a la plaza bajo su casa. «Es una manera de superar mis propios miedos. Es fascinante conocer a toda la gente con la que me he topado. Es enriquecedor escuchar sus historias, la gente suele ser muy honesta». El procedimiento es siempre el mismo: saca el tenderete y espera a que alguien se le acerque, curioso. Ese primer encuentro es «un poco intimidante al principio». Luego explica al voluntario que se trata de una manera de compartir su visión sobre el lugar en el que vive, utilizando hilo y aguja.
«Este es un proyecto de vida que me recuerda que la gente tiene el mismo tipo de sueños y de deseos sin importar donde viva», cuenta sobre la experiencia.
Liz Kueneke reside ahora en Ibiza después de haberse movido por ciudades de varios continentes. Desde Los Ángeles hasta Quito, pasando por Barcelona. Aunque reside aquí, viaja continuamente, sobre todo a la capital catalana, donde tiene su estudio. Nada más terminar la entrevista, ha de ir al aeropuerto para coger un vuelo que la llevará a Washington. Antes de subir a su coche murmura: «Tengo que ir a despedirme del cordero» y se acerca a su mascota para decirle adiós. En su casa de Ibiza guarda solo el mapa de la isla porque dice, el clima es demasiado húmedo y las telas se estropean.
La elección de un lugar u otro es una opción fundamentada puramente en la experiencia de cada individuo. «Muchos participantes marcan un lugar donde pasó algo importante, allá donde se enamoró, o donde dio un primer beso… cosas así», resume Kueneke. La suma de estas expresiones concluirá eventualmente en un mapa que reflejará una tendencia, una visión colectiva, en definitiva la relación de las personas con el lugar en el que viven. «Me gusta creer que el mapa es una herramienta, además de tener un lado poético. Es un retrato de la isla y lo que la gente piensa de ella, así como de qué manera la gente usa ciertos lugares o lo que debería cambiarse.»
Cuando puso en marcha el proyecto por primera vez la gente marcaba sus respuestas con una pegatina, pero Kueneke llegó a la conclusión de que «lo hacían y se iban». «Yo quería que hablaran de ese lugar. Pensé que si tenían que coser sus respuestas, se pasarían más tiempo y se convertiría casi en un grupo de costura como antaño, cuando las mujeres se reunían para charlar. Y eso pasa, la gente habla y discute sobre los distintos enclaves, hay debates como «¿hacia qué dirección va Ibiza?». La obra de Kueneke aspira pues a provocar la reflexión: un mismo sitio puede evocar sentimientos muy distintos.
«Muchos son los que sienten un fuerte rechazo hacia zonas muy turísticas como Platja d´en Bossa o Sant Antoni…, pero quizás alguien se ha enamorado en Platja d´en Bossa! Solo porque un sitio sea considerado como feo no significa necesariamente que todos lo vean de ese modo.
Hay gente que lleva toda su vida viviendo ahí y les encanta. Me gustaría que la gente viera estos sitios con una perspectiva diferente después de ver lo que otros piensan de ellos». Kueneke explica que hasta el momento, los participantes se han centrado en responder las cuestiones positivas, dejando de lado las preguntas tipo «¿qué lugar se debería cambiar?».
En este sentido, la artista se topó una vez con una mujer mayor que había vivido durante toda su vida en la misma casa, cercana a la iglesia de Sant Antoni. Le dijo que vivía ahí incluso desde antes de que Sant Antoni se convirtiera en el pueblo que es hoy, cuando todo lo que tenía a su alrededor no eran más que un puñado de sabinas. «¡Y después se construyeron todos estos desastres!», dijo la mujer señalando a los hoteles de su alrededor en el pueblo. Kueneke reflexiona: «Estoy bastante contenta de haber descubierto la isla en un momento en que aún conserva su belleza… me alegra no haber experimentado lo que esta mujer relataba, creo que algo así te partiría el corazón».
Un millar de ´tejedores´
De momento han participado unas 350 personas, aunque Kueneke espera lograr la cifra de un millar de ´tejedores´ antes de que se cumpla el año desde que inició el proyecto, en agosto. Entre los que han marcado algún lugar se encuentran familias con niños, ancianos, turistas, jóvenes, religiosos y políticos. Hombres y mujeres a partes iguales. Entre todos ellos, Kueneke ha escuchado «muchas historias de hippies». Por ejemplo, «muchos marcan que han vivido en cuevas», asegura. «En varias ocasiones me dijeron aquello de ´viví en una cueva durante tres meses y me cambió la vida´», comenta sorprendida.
Una de las historias que más gustaron a la creadora del Tejido Urbano fue lo que ocurrió durante una de esas ocasiones que sacó su mapa, una mañana durante las fiestas de Sant Mateu. Los participantes locales parecía que sentían una especial antipatía por Santa Agnès.
«Marcaban cosas muy buenas sobre Sant Mateu y cosas negativas sobre Santa Agnès. Y lo hacían bromeando y riendo pero podías ver que había cierta rivalidad entre los dos pueblos». Intrigada, preguntó a un amigo sobre el fenómeno y este le indicó que quizás se debía a la parte de verdad de una leyenda, recogida por el historiador Joan Marí Cardona. Al parecer, las iglesias de Sant Mateu y Santa Agnès se hicieron a toda prisa porque ambos pueblos querían acabar su templo el primero. La razón es que el obispo les prometió una imagen a los que terminaran antes. Los de Santa Agnès tuvieron la mala suerte de que la iglesia se desplomó antes de terminarla. A pesar del contratiempo, los coroners no desistieron, de manera que lograron terminarla incluso antes que la de Sant Mateu quienes, pensando que ya habían ganado, se confiaron. Por este motivo, la iglesia de Santa Agnès es la más baja de toda la isla.
Curiosamente cuando Kueneke estuvo en Santa Agnès recientemente, ocurrió lo mismo: los coroners estaban muy orgullosos de Santa Agnès. Quizás no tanto de Sant Mateu.
Mientras que en Marruecos la quisieron detener por error, creyendo que era una espía de
Lo volverá a montar hoy en Sant Josep a la espera de conocer más historias, reflejo de la relación única entre un individuo y su entorno.
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